Nuestra vida no comienza a partir del día de nuestro nacimiento. Antes hemos tenido “otra vida”: la que hemos experimentado durante nueve meses protegidos en el nido acuático que significa el seno intrauterino. La ciencia reconoce que, durante este período, muchos acontecimientos pueden ser vitales para nuestro futuro desarrollo. Si la madre es alcohólica, tiene una alimentación deficiente, o incluso es objeto de malos tratos, estas circunstancias pueden repercutir en el bebé. Sin embargo, entre las corrientes teóricas surgidas al calor de las modas orientalistas y el movimiento New Age, en los años sesenta y setenta del siglo XX, hay una “terapia” que sugiere que todos los traumas que arrastramos en nuestra existencia provienen de la misma experiencia traumática que significa abandonar la vida intrauterina. Se trata del Rebirthing, también conocida como terapia de la respiración.
VOLVER A NACER… EN LA BAÑERA
No son muchos los datos biográficos que se conocen del fundador de la “terapia” conocida como Rebirthing Breathwork (Trabajo del Renacer) o simplemente Rebirthing, el empresario estadounidense Leonard Orr (1937-2019). Es su web oficial la que le define como uno de los pioneros de la Nueva Era: “Es un yogui moderno, visionario, maestro, autor, hombre de negocios y líder en los campos de la longevidad y la inmortalidad física”.
Se dice que fue un día de 1962, a los veinticinco años, cuando Leonard se encontraba sumergido en la bañera y experimentó la sensación angustiosa de no poder salir del agua. A lo largo de los siguientes años, la experiencia de no poder salir de la bañera, a pesar del esfuerzo, volvió a repetirse en numerosas ocasiones. Hasta que, en 1968, esta experiencia adquiriría (2016)–, porque sabía desde el primer mes que mi madre no quería tenerme. Así que me resistía a moverme con la esperanzajo de que ella no me sintiera. Esta es una interesante mentira personal (sic). ¿Tal vez algunos de vosotros puedan reconocerse en ella? Después, salir del útero fue una lucha tal que me rendí. El obstetra llegó y me arrancó de allí. De hecho, el cordón umbilical daba tres vueltas alrededor de mi cuello, y el médico tuvo que cortarlo antes del último tirón”.