El presidente cubano Fidel Castro y el primer secretario soviético (de hecho, presidente) Nikita Khrushchev, en julio de 1962, acordaron en una reunión secreta que Cuba recibiría un arsenal nuclear capaz de devastar toda la costa este de Estados Unidos. Una de las mayores debilidades soviéticas en aquellos tiempos era su baja capacidad de golpear objetivos estratégicos de los estadounidenses, visto su arsenal limitado en alcance y velocidad.
Tener misiles en Cuba resolvería completamente la cuestión, además de plantear presión en el arsenal nuclear estadounidense instalado en Turquía, a pocos minutos de vuelo de