Su vocación de cineasta comprometido nació cuando un misil sirio derribó el helicóptero que tripulaba durante la guerra. Era el día de su cumpleaños y, al renacer, el israelí Amos Gitai decidió crear filmes “sin concesión alguna, como un acto cívico, y ser crítico para incitar a la gente a reflexionar”.
Relajado, Gitai confiesa a Proceso en las instalaciones de la Cineteca Nacional, instancia que lo invitó para reconocerlo, que si bien se formó como arquitecto durante nueve años, jamás estudió una sola hora en ninguna escuela de cine.
No obstante, en poco más de 40 años de prolífica trayectoria, ha realizado un número similar de películas, entre documentales y ficciones, en las que ha capturado diversas capas de la historia de Oriente Medio y el acontecer actual de su país, así como ha abordado tópicos sobre el hogar, el exilio, la familia, la política y la religión. Nacido el 11 de octubre de 1950 en Haifa, aclara:
“Este medio maravilloso que es el cine no es nada más show business, también es un arte que puede inducir a la gente a pensar y a abrir corazones. Puede reconciliar a israelíes y palestinos y, además, pone a discusión problemas como el racismo; eso en sí mismo es muy poderoso.”