Por cerca de una década el Ford Falcon vendió millares de unidades en Norteamérica pero, cuando la última unidad salió de la cadena de producción, al día siguiente nadie extrañaba su ausencia. Para los estadounidenses el Falcon era un coche útil, bueno y barato, y nada más que eso; no se formaron clubs de fans, nadie lo customizó, ni siquiera los viejos ejemplares obtuvieron una cotización decente como antigüedades.
En cambio, el Falcon obtuvo su revancha traspasando las fronteras al sur del Rio Grande. Los australianos lo adoraron y lo convirtieron en su vehículo nacional, llegando al punto de desarrollar su versión autóctona – una de las cuales terminó por transformarse en el famoso interceptor que manejaba Mel Gibson en la saga de Mad Max -; y en Argentina, se transformó en un ícono de culto. El Ford Falcon criollo evolucionó – de manera más aparente que real, con algunos detalles de maquillaje como para camuflar la antigüedad de su diseño – y estuvo vigente por casi 30 años. Simbolizó el coche fuerte de la familia argentina promedio, una imagen que comenzaría a opacarse cuando el auto comenzara a quedar asociado a las razzias ilegales llevadas a cabo por las fuerzas militares durante los oscuros años de la dictadura. Es que en realidad el Ford Falcon argentino viene a representar lasvender sus productos fuera de sus fronteras. ¿Quién – que no viviera en Argentina – querría adquirir un auto con tecnología 20 años atrasada y un diseño totalmente anacrónico?. Como sea, el Ford Falcon fue el último de los dinosaurios de la industria automotriz criolla, la que ingresó en una etapa de merecida renovación en 1991, cuando la última unidad del veterano Ford salió de General Pacheco.