ЎY SOY REBELDE!
Un personaje humano o un automóvil puede conocerse a partir de sus padres. En el caso del Maverick, su paternidad puede adjudicarse a Robert McNamara y Lee Iacocca. Desde mediados de la década de 1940, en las empresas automovilísticas estadounidenses había una pelea novelesca entre los “contadores de frijoles” (bean counters o, en buen español, los que quieren cuidar hasta el último centavo) y los innovadores. Los contadores tenían la fama de detener el progreso con su tacañería, y los innovadores se preciaban de buscar una constante evolución. Era difícil separar a estos dos grupos en buenos y malos: los contadores podían ser calificados como los villanos de la historia porque deseaban racionalizar los costos, aunque a veces los innovadores más bien deseaban alcanzar mayores logros personales. En cualquier buena historia debe haber un conflicto, y este relato no está libre de ello. En 1959, Ford presentó el Falcon, el cual sería un padre prolífico que daría vida a la primera Econoline, al Falcon Ranchero, a la primera generación del Mercury Cougar y a la quinta generación del Mercury Comet. Como en toda telenovela que se precie de serlo, no falta una paternidad inesperada: el Falcon resultaría ser también el padre del Mustang y del
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