A cara lavada, detrás de unos anteojos de pasta transparentes y con un buzo negro gastado que dice Desire en gemas de strass, Francisca Gil aparece en la entrada de Casa Cavia, Palermo Chico, Buenos Aires. Es una tarde fría de septiembre y tiene los dedos plegados contra las palmas. Nada en su andar y lenguaje corporal sugiere que debajo de esa fachada de “chica de al lado” se oculta Chita, una de las artistas argentinas más talentosas que, al subir a un escenario, provoca y logra domar fieras con movimientos sensuales y una voz potente y de terciopelo.
Francisca es reservada, en cambio Chita te clava miradas intimidantes con esos topacios cristalinos. Francisca se oculta detrás de remerones XL de algodón;) y neo soul, aquel sonido con el que creció y que será la columna vertebral de un nuevo disco en 2023. “Hace unos meses en España me cayeron verdades como si fueran rayos. Me di cuenta de que tenía que hacer cambios decisivos en mi carrera para llegar a donde quiero. Es la primera vez que elijo estar en silencio y me bajé de los escenarios para armar el álbum que siempre soñé”, dice la artista de 26 años y comenta que volvió a componer como antes, en piano y guitarra. Acaba de sumar a su equipo a Benjamín López Barrios, con quien se reúne tres veces por semana a producir el sonido del nuevo proyecto. El manager es Daniel Grinbank.