BOGOTÁ.- El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, está convencido de que, en una democracia, las fuerzas armadas deben limitarse a cumplir labores propias de su naturaleza militar, sin invadir las esferas civiles y políticas de la administración pública.
“El Ejército no es para la política, debe servir para proteger la frontera y al país de las amenazas externas”, dijo Lula durante la campaña electoral que culminó el pasado 30 de octubre con un triunfo del político izquierdista sobre el presidente Jair Bolsonaro, un ultraderechista que llenó de militares áreas clave del gobierno federal brasileño.
Con Bolsonaro, un capitán retirado del Ejército, las fuerzas armadas de Brasil adquirieron un protagonismo que no habían tenido desde el fin de la dictadura militar, en 1985. Miles de altos oficiales activos y retirados han llegado a ser ministros, vice-ministros, asesores, directores de empresas paraestatales y agencias reguladoras –de aviación civil, infraestructura y energía– y hasta funcionarios de los sectores educativo, cultural y tecnológico. El vice-presidente, Hamilton Mouráo, es un general en retiro.
Según datos oficiales, en enero de 2019, cuando