“Las mentes de las personas, son espejos unas de otras, y esto no solo porque cada una de ellas refleja las emociones delos demás, sino también porque la irradiación de las pasiones, sentimientos y opiniones puede ser en muchas ocasiones re verberada”. Estas palabras, expresadas por el filósofo David Hume (1711-1776), en su Tra
tado de la Naturaleza Humana (1740), se consideran un antecedente –dos siglos y medio antes–, del descubrimiento de las neuronas espejo. El hallazgo de estas neuronas, que se activan cuando nos metemos “en la piel del otro”, ha significado uno de los mayores avances en neurociencia, al sentar las bases que explicarían la empatía o el aprendizaje. Lo que sentimos cuando, viendo una película de cine o leyendo un buen libro, nos contagiamos de los sentimientos del protagonista; o el cómo desarrollamos comportamientos y habilidades que imitamos de otros –como el lenguaje–, pueden explicarse ahora a través de las neuronas espejo.
¿QUIÉN SE HA COMIDO MIS CACAHUETES?
El descubrimiento de las neuronas espejo, como muchos otros hallazgos de la ciencia, se produjo casi de casualidad. A principios de la década de 1990, en la universidad italiana de Parma, un grupo de científicos, coordinado por el neurobiólogo (1937), estudiaba las bases neurobiológicas del sistema motor. Para ello utilizaron como “cobayas” a un grupo de macacos a los que se habían implantado microelectrodos, que registraban la actividad neuronal de una zona concreta del área premotora ventral conocida como región F5. Como su nombre indica, esta área –en el lóbulo frontal– se