ANick Robinson no le impresionó nada lo que vio. Durante muchos años fue ingeniero de equipos quirúrgicos y estaba acostumbrado a la precisión dentro de unas tolerancias solo medibles con un microscopio electrónico. Por eso, cuando se incorporó a la marca de productos para bebés Bababing, creada por su hermano, y se plantearon lanzar un cochecito, un estudio de mercado le dejó bastante decepcionado.
“Pensé que habría más calidad e innovación”, dice Robinson. “Al fin y al cabo, como puede decir cualquier padre, estos equipos cuestan mucho dinero. Siempre tienen que durar más que el primer hijo, pero también que el segundo. Pasé mucho tiempo pensando: ‘Oh, me gustaría que este modelo hiciera esto o que aquel modelo tuviera aquello’. No puedes tenerlo todo, pero todas estas ideas pasan por tu cabeza”. Es una experiencia que muchos padres pueden tener también, al leer reseñas o, demasiado tarde, al haber comprado ya un cochecito o una silla de paseo o un carrito de bebé y que hayan vomitado sobre él. Al fin y al cabo, se prevé que el mercado de los cochecitos y las sillas de paseo suponga 2.800 millones de dólares en 2025, y eso a pesar de que, en general, cada vez se tienen menos hijos. Es, sin duda, una gran inversión potencial.
“Incluso ahora se ve a la gente luchando con sus cochecitos para conseguir que el mecanismo de plegado funcione, o teniendo que pasar por múltiples acciones para conseguir guardarlo”, señala Robinson. “A veces, incluso, el cochecito es demasiado grande cuando por fin se pliega: está bien para ir en la parte trasera de un monovolumen o un familiar, pero es una lucha para meterlo en el Mini. Con el tiempo ves que los materiales se