CUANDO UNO aterriza en Góteborg no espera pasar calor, pero la temperatura ambiente es de 30 °C, y en las oficinas ampliamente acristaladas de Polestar no funciona el aire acondicionado. Esto no es un problema para Thomas Ingenlath (Alemania, 1964), el único CEO del mundo del automóvil que cuando va con pantalones vaqueros no parece disfrazado al estilo casual. Polestar ha sido concebida como una start-up emergente y audaz, y el código de vestimenta también lo refleja. Igualmente, Ingenlath hace nuestro café de bienvenida él mismo, no llama a su secretaria.
Todo es blanco y minimalista, aunque al lado de este oasis de modernidad estilo Silicon Valley está la histórica fábrica de Volvo de Torslanda, así como la sede de la empresa sueca. “Nos gustaría mudarnos”, me dice Ingenlath más tarde, al volante de un Polestar 1. “Pero ha resultado útil estar tan cerca de los ingenieros y diseñadores de Volvo mientras hacíamos despegar la empresa. Estar cerca de la