Un repaso a las estadísticas de fallecimientos de hace 100 años nos muestra los avances de la ciencia. Enfermedades que eran mortales entonces, como las infecciones, son tratables, curables en muchas partes del mundo e, incluso, como el caso de la viruela, erradicada en humanos hace 42 años. La aparición de nuevos tratamientos —como los antibióticos—, de vacunas, de medidas higiénicas, de la potabilización del agua y de las mejoras en la nutrición han logrado que enfermedades que eran sinónimo de muerte (sobre todo infantil), estén casi olvidadas: escarlatina, poliomielitis, rabia, difteria, tuberculosis…
«Son enfermedades que hace generaciones que no vemos. Y la de nuestros hijos, ni siquiera las conocen. El objetivo último es erradicarlas, pero eso implica contar con una vacuna que funcione, que pueda impedir la transmisión de la infección y que llegue a todas partes. Y que el microorganismo utilice solo al humano y no tenga rutas alternativas en la cadena de transmisión», detalla el doctor Federico Martinón, jefe del servicio de Pediatría y director de Pediatría Clínica, Infectológica y Traslacional del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela.
Si no es posible erradicar la enfermedad, se puede optar