Nicholas Ghesquière está bajo los encantos de California. Durante los últimos años, el director artístico de Louis Vuitton ha estado en un constante vaivén entre LA y París. En la primavera de este año sentó cabeza en la costa Oeste cuando compró la Residencia Wolff, un triunfo modernista de principios de los 60 colocado en el extremo de Sunset Strip que John Lautner diseñó en homenaje a Frank Lloyd Wright. Ghesquière dice que su nueva casa “está lejos de París, pero muy cerca de mi corazón”.
Este segundo hogar (espiritual y físicamente) le ha hecho sentirse más positivo -incluso más noble-. “Definitivamente ha sido una influencia positiva para que pueda estar más relajado”, confiesa. Ghesquière es petite hasta un punto casi extremo, y su uniforme negro sigue casi intacto, pero ahora un par de gafas de sol cubren su esculpido rostro. Y trae su castaña melena un poco más larga y cortada a la perfección; su piel, deslumbrante.
Es durante esta fase californiana que Ghesquière ha mostrado su trabajo más inspirador para Vuitton, con un show resort de ciencia ficción en el Salk Institute en San Diego en mayo, y su colección Otoño 2022, un collage de lindos clichés de la adolescencia, funcionando como un tipo de anuncio de su nuevo sentido de vida que él llama “chill”.
Ghesquière fue el primer diseñador estrella del siglo. A finales de los 90, cuando era un desconocido, comenzó a labrar con pantalones casuales y creando la primera “” de la casa, el modelo Motorcycle. A partir de ahí, en 2013 consiguió la joya de la corona de LVMH, insistentemente haciendo prendas desafiantes y densamente inventivas en un momento en la moda cuando muchos directores creativos frecuentemente eran vistos como comerciantes en vez de diseñadores.