Los pobladores neolíticos del centro de Asia descubrieron, hace milenios, las numerosas propiedades del cannabis, un arbusto que puede llegar a medir hasta tres metros de altura. Sus fibras, desecadas, servían para trenzar hilos que se convertían en ropa, calzado o cuerdas. Posteriormente, se supo que también sirven para fabricar pasta de papel. Sus pequeñas semillas, conocidas como cañamones, servían para alimentar a los polluelos y otros animales domesticados. El aceite que se obtenía de las semillas trituradas era útil para cocinar e, incluso, se aprovechaban los restos de semillas para alimento para el ganado.
Estas múltiples propiedades hicieron que la planta comenzara a cultivarse en India y en China y que, hace unos dos mil años, llegara al Mediterráneo y fuera uno de los responsables de la guerra comercial entre romanos y cartagineses. A España, se estima que llegó con la invasión árabe, hacia el siglo XI y fueron barcos españoles los que la llevaron a América: muchas de las sogas y otros aparejos náuticos de Colón estaban hechos de cáñamo (y así lo recuerda el monumento al descubridor en las Ramblas de Barcelona, diseñado por Gaietá Buigas en 1888). Pedro Cuadrado, miembro