Federico Núñez es empresario. Hace tres décadas, al nacer, a su hija le detectaron meningocele, un tipo de espina bífida que afecta la médula espinal provocando discapacidades físicas e intelectuales que van de leves a graves. Stephanie pasó por siete cirugías y pudo moverse hasta los nueve años, cuando perdió la movilidad por completo y tuvo que usar silla de ruedas. “Los médicos nos decían que no había nada que hacer, que no pasaría de los cinco años, y hoy tiene 32, una licenciatura y dos maestrías”, recuerda su padre. “Ni mi esposa ni yo estábamos preparados ni informados”, confiesa, pero tampoco lo estaban los médicos que atendían a su hija. “En el Instituto Nacional de Pediatría no la querían recibir, por esta cultura de ‘para qué invertir en niños que tienen una supervivencia corta’”. Además de lidiar con los prejuicios médicos, los Núñez tuvieron que enfrentar otra gran barrera: las autoridades de la escuela privada a la que asistía Fanny, como la llaman. “En secundaria, los salones estaban ubicados en el tercer piso, y como no quisieron cambiarlos a la planta baja tuvimos que pagar nosotros la instalación de un elevador”, recuerda la familia.
DISCAPACIDAD EN MÉXICO LOS OLVIDADOS
Sep 26, 2022
7 minutos
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