Naturaleza
En Interstellar, la película de Christopher Nolan (2014), durante el largo viaje a las estrellas buscando nuevos mundos para salvar a la humanidad, vemos que estar encerrado en una astronave puede alterar la psique de una persona. En una escena Romilly, que está sentado y deprimido en un rincón de la nave, le explica al capitán Cooper que no puede aguantar más aquel encierro. Al no tranquilizarlo con unas pocas palabras, le pasa sus auriculares. Es en este momento cuando oímos qué está escuchando «la banda sonora de la tierra», compuesta por cigarras, lluvia, viento, truenos…
Romilly se pone los auriculares con expresión desconfiada, pero cuando oye qué «música» se está reproduciendo, su rostro se relaja y reencuentra su esperanza y confianza en la misión.
Nuestra relación con la naturaleza siempre ha sido así de elemental y, aunque reconocemos que nuestra supervivencia depende de ella, vivimos en ciudades encerrados entre cuatro muros sin reconectar con nuestro verdadero hogar.
Palidez urbana
Que es vital regresar a la naturaleza para cargar las pilas, desconectando de la estresante vida urbana, no es ninguna novedad. En los siglos pasados, los médicos ya recomendaban estancias en el campo para pacientes con estrés, depresión, problemas de respiración, etcétera.
El color dominante de las ciudades, el gris, empalidece nuestro ánimo. Según las evidencias obtenidas en los estudios sobre los beneficios del color verde, incluso en entornos de oficina, poner plantas y colgar cuadros o posters con tonos verdes ayuda a aliviar el estrés.