Se dice que en el Antiguo Egipto ya existían recintos, a modo de santuarios, donde se empleaba la luz del sol y los colores para lograr la sanación de determinadas dolencias y enfermedades. Es al dios Thoth a quien se le atribuye el descubrimiento de su poder energético. También en Grecia, China o la India milenaria se cuenta que era conocida la capacidad sanadora de los colores. Es la cromoterapia una técnica de sanación alternativa que pretende restablecer nuestro desequilibrio energético, desencadenante de la enfermedad. ¿Es posible mejorar nuestro estado físico y psicológico a través de la exposición a determinados colores?
LA FIEBRE DE LOS CRISTALES AZULES
Al célebre filósofo y médico árabe Ibn Sina, más conocido por su nombre latinizado de Avicena (980-1037), autor de más de trescientos ensayos diferentes, se le considera uno de los primeros autores en advertir los pretendidos efectos del color en el estado de salud. En su enciclopedia El canon de la medicina escrita (¿1020?), que consta de libros volúmenes, sugiere la influencia que tienen los colores consiguiendo un efecto de movilizar la circulación de la sangre (rojo), hacer descender la temperatura corporal (azul o blanco) o reducir una inflamación (amarillo).
Pese a este conocimiento, los orígenes de la cromoterapia no se desarrollarán hasta el último cuarto del siglo XIX. Es al general estadounidense (1808-1894)–en la mayoría de los libros sobre cromoterapia su apellido está erróneamente transcrito como Pleasanton–, militar que combatió durante la Guerra de Secesión (1861-1865), a quien (1876). Pleasonton creía que las plantas florecían en primavera debido al efecto que ejercía sobre ellas el azul del cielo, por lo que patentó un modelo de invernadero construido a partir de cristales azules. Entre 1861 y 1876 realizó varios experimentos que le convencieron de que alternar la luz solar con luz azul filtrada podía incrementar la cosecha de uvas, e incluso mejorar el crecimiento de animales de granja. Su discurso, desacreditado por la comunidad científica, tuvo tanta influencia en la América rural de la época, que se extendió lo que se conoció como “locura del cristal azul”: muchos granjeros adquirieron estos cristales azules que consideraron beneficios, incluso para las incubadoras de los bebés.