Este año hará justo medio milenio del regreso de la nao Victoria a Sanlúcar de Barrameda. Fue el barco, como se sabe, que completó la expedición de Magallanes, ya al mando de Elcano. A bordo de ese buque, que consumó la primera vuelta al mundo en 1522, viajaba Antonio Pigafetta. Este noble toscano había escrito un meticuloso diario de la epopeya. Su testimonio presencial incluía el capítulo final, desarrollado en tierras remotas, de un antagonismo que estuvo a punto de malograr la histórica misión desde antes de la travesía.
Los protagonistas de esa rivalidad fueron el propio Magallanes y un aristócrata castellano que desafió su autoridad, una y otra vez, por aguas de tres continentes hasta casi mandar al traste los inicios de la globalización en la Edad Moderna. Don Juan de Cartagena es uno de esos personajes que parecen irrumpir en la historia desde la nada. Las crónicas suelen hacerlo aparecer ya adulto, no mucho antes del gran viaje. Considerando que los preparativos finales del mismo se hicieron en 1519, puede calcularse que este noble habría nacido en el último tercio del siglo anterior. Confirma su relativa madurez el que estuviera casado y con una hija. Resulta menos claro el sitio de su nacimiento. Una mayoría de fuentes estiman que era originario de Burgos. Otras barajan como su cuna el antiguo puerto de Murcia, llamado como él. No se sabe.
Sobrino de alguien
Donde hay unanimidad es en su relación privilegiada con el influyente obispo Fonseca. Se ignora la filiación real de Juan de Cartagena con el gestor principal del emergente Nuevo Mundo. El contendiente de Magallanes podría haber sido un amigo personal, un sobrino o, según el biógrafo