Como decía el filósofo alemán Ernst Cassirer, el ser humano es un animal simbólico. De lo contrario, en un país como España, ¿cómo se explica que tengamos tantas fiestas en el calendario? Un puñado de ocasiones para comer, beber y pasárnoslo bien, pero, de acuerdo con Cassirer, también para expresar nuestro espíritu. Lo hacemos mediante unas festividades –la mayoría, de raíz católica– que reivindican alguna idea importante en nuestra sociedad.
En la antigua Sumeria de hace cinco mil años también había alcohol, comilonas y gente bien vestida. Como en los entierros de los reyes de Ur, que, si a nosotros nos parecerían una bacanal, para los sumerios eran la mejor forma de honrar a sus muertos. En 1926, mientras excavaba en el cementerio real de esa ciudad, el arqueólogo británico Leonard Woolley hizo un descubrimiento horripilante. Pero, antes que nada, veamos qué celebraban los sumerios y cómo lo hacían.
Referirnos a ellos es hacerlo a lo que muchos califican como la primera civilización de la historia, la que inventó la rueda y la escritura. Sucedió en el actual Irak, en las llanuras entre los ríos Tigris y Éufrates. Aquella