PARTE I EL ORIGEN
Unos 3.5 millones de robots conviven con los 7,700 millones de humanos que pueblan el mundo, según la Federación Internacional de Robótica, cuya sede principal se encuentra en Fráncfort, Alemania, y todo parece indicar que su número no tardará mucho en doblarse. La mayor parte de esos artefactos trabaja en cadenas de montaje. Otros, en nuestros hogares, ocupándose de tareas domésticas. Los hay que vuelan. Algunos detectan bombas. Y otros son una ayuda cada vez más inapreciable en hospitales. Pero muy pocos tienen apariencia humana, y ni uno solo piensa por sí mismo.
Conviene aclarar una pequeña trampa antes de seguir: la cifra del párrafo anterior no incluye los populares robots aspiradora, cuyas ventas han alcanzado ya más de 20 millones de unidades. Ocurre que el mercado doméstico de robots no tiene estadísticas tan precisas, que recojan cuántos se han roto o se han cambiado por modelos más nuevos. Pero ese número crecerá, dado que en el planeta hay 890 empresas trabajando para llevar los robots a lugares donde aún no han conseguido llegar. Más de sesenta de ellas son españolas, ¡¿por?!, pues resulta que España es el undécimo país más robotizado del mundo.
Mejores con los años
La cuestión es que los robots cumplieron su centenario en 2021. Precisemos: no los robots en sí, pues la Antigüedad y la era premoderna abundan en autómatas fabricados a imagen y semejanza de animales y seres humanos. Pero en 1921, el escritor checo Karel Č apek estrenó su obra teatral R. U. R. (Robots Universales de Rossum), donde ya en el título acuñó la palabra que definiría desde entonces a estas maravillosas máquinas. Se asegura que el término robot se le ocurrió a su hermano Josef, que habría partido del vocablo checo robota, que significa “esclavo”. En efecto, los ingenios fabricados por la compañía Rossum habían sido concebidos para ayudar a los humanos en las tareas más pesadas y desagradables… Y, como todos los esclavos a lo largo de la historia, al final se rebelaban contra sus amos.
En el siglo transcurrido desde entonces, los robots han dejado de ser ficción, pero apenas se parecen a los descritos por Čapek y los autores que siguieron su camino. El escritor checo no hizo más que actualizar un mito viejo como la humanidad, que es la capacidad del hombre de crear vida, arrebatando ese privilegio a los dioses, presente en leyendas como la del Golem o en clásicos como Frankenstein. Sobre esta novela