“Diría que son lugares alienantes donde tendemos a perder nuestro lado humano”, Licia, 27 años.
“Pero ¿quién las usa? Ya todos tenemos Instagram”, Antonio, 30 años.
“Ahí conocí a mi novio”, Sara, 26 años.
Las apps de citas no son solo una cuestión del corazón, sino de generación. Muchas personas después de dedicar horas a su trabajo (que suelen no disfrutar del todo), vuelven a casa, cierran la puerta y ocupan su mente en temas como la soledad, cómo evitarla, el deseo, cómo controlarlo, el amor, y dónde encontrarlo.
A Fabio -quien verdaderamente se llama así- no le interesa esconderse detrás de un nombre ficticio: “¿De qué me debo avergonzar? ¿De que conocí a mi novia en Tinder? No tiene nada de malo”. Fabio tiene 28 años y está comprometido con Marta, de 27. “Trabajo toda la semana y el tiempo libre que tengo es el que hay. Descargué un par de aplicaciones y ahí nos conocimos. Una charla, un café y luego una cena. Hemos estado juntos durante tres años y sabemos que las aplicaciones son un lugar perfecto para conocer gente”.
Así es, leíste bien, perfecto. Después de todo, los y la Generación Z crecieron con estas : amor en la era de las aplicaciones. Las redes sociales son el único lugar en el que vivimos constantemente donde contamos toda nuestra vida sin escatimar en detalles, crean esa intimidad anónima que permite una desinhibición inquietante y hay que lidiar con las consecuencias que esto provoca. Conocerse a través de una aplicación no es diferente a estar en un bar, en casa de un amigo o en el gimnasio. Siempre hay una persona desconocida frente a ti. “De hecho, muchas veces es más fácil preguntarle a la otra persona qué quiere contar o qué desea mostrar”.