La cripta embrujada
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a historia del cine está hecha de momentos. y relación personal con el crepuscular arte e industria cinematográficos. Para unos, es un carrito de bebé;(1980), yo sé que para mi ha sido y será siempre, aunque apenas lo recordara en un rincón perdido de la traidora memoria, la habitación del elegante apartamento de Julian Kay, hacia el minuto 39 o 40 de la obra maestra de Paul Schrader. Richard Gere, desnudo con la desvalida elegancia inconsciente de una imponente estatua griega, juega con la persiana del enorme ventanal de su habitación, dejando pasar la luz exterior a través de sus listones, proyectando su silueta en un rectángulo de luces y sombras a su espalda. Mientras, Lauren Hutton le admira desde la cama, en reflejo consciente del propio espectador. Kay, con su miembro fláccido bien a la vista, explica por qué ser de viejas damas insatisfechas da sentido a su vida y trae felicidad a la de los demás. El cuarto, en meticuloso desorden, es un hiperrealista lienzo Pop Art californiano con toque entre Hockney, Hopper y Peellaert, pero superior a todos. Es la portada perfecta del disco que nunca salió de Roxy Music, o los últimos Fleetwood Mac.
