El mito artúrico
ara la mentalidad de la época, los orígenes de la caballería debían poetizarse. Por ello no se dudó en remontarlos hasta emparejarlos con el mismísimo rey, del clérigo Geoffrey de Monmouth. Ya existían desde el año 950 referencias al mito que hablaban de un caudillo bretón que luchó contra los invasores anglos, jutos y sajones, sucesores de los romanos en Gran Bretaña. Geoffrey de Monmouth, de origen posiblemente galés, presentó su obra como un tratado histórico, aunque no lo era. El autor lo convirtió en una reivindicación del glorioso pasado celta de la isla, subyugada por los invasores anglosajones. Mostraba a Arturo como el héroe de un pueblo derrotado que algún día regresaría para devolver la justicia a los suyos: un caballero noble, justo y piadoso, que aunaba en su persona todas las cualidades de la alta nobleza. Era el ideal del perfecto caballero al que todos, intentarían imitar. Tanto triunfó esa imagen que Ricardo Corazón de León combatió en las Cruzadas con una espada llamada Excálibur y emprendió varias búsquedas durante su reinado para localizar la tumba del rey Arturo. Fue en tiempos de sus padres, Leonor de Aquitania y Enrique II de Plantagenet, cuando nació la literatura artúrica, impulsada por ellos para legitimar su poder en Normandía e Inglaterra. Hay quien sostiene que Leonor fue el modelo que utilizó Chrétien de Troyes para crear a la reina Ginebra, esposa del rey Arturo.
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