Sin embargo, en la década de 1970, comenzó una guerra contra las drogas impulsada por el gobierno estadounidense de Richard Nixon, aquel presidente que tuvo que dimitir por corrupción. Por desgracia en esa campaña se metió a las drogas psicodélicas en el mismo saco que la heroína y la cocaína. Además del LSD (una droga sintética) se ilegalizó también el peyote de los indígenas mexicanos, la ayahuasca usada en el Amazonas y las setas alucinógenas. Todas ellas se habían empleado desde hacía milenios con fines curativos.
Las drogas psicodélicas han vuelto
En los últimos años se han multiplicado los estudios que indican que estas sustancias son un tratamiento eficaz de los trastornos mentales más comunes (depresión, ansiedad, adicciones y síndrome de estrés postraumático). Las drogas psicodélicas son diferentes. No son estimulantes, como la cocaína o las anfetaminas; ni sedantes, como la heroína o el cannabis. En su lugar, inducen un estado alterado de conciencia en el que cambia la percepción, se activan ciertas partes del cerebro y se desactivan otras. Los efectos de las drogas psicodélicas son más parecidos a los que producen prácti-cas como el yoga o la meditación. En un estudio de la Universidad Johns Hopkins se trató a fumadores con psilocibina, el principio activo de las setas psicodélicas. El 80% de los participantes dejaron de fumar, y seis meses más tarde seguían sin hacerlo. (Para saber más sobre setas psicodélicas y setas en general, ver el reportaje sobre Paul Stamets en el número