LA RENDICIÓN DE UN SÍMBOLO
JÁRKOV, UCRANIA.— Para Ucrania, la asediada acería Azovstal, en la arrasada Mariúpol, fue un símbolo: el último foco de resistencia en una ciudad ya tomada por las tropas rusas.
Al batallón Azov, nacido en 2014 como un grupo de extrema derecha –que luego vivió una reconfiguración interna para deshacerse de los miembros más radicales– y que ha sido parte activa de la resistencia ucraniana en Mariúpol, se le perdonaron hasta sus orígenes.
Gran parte de los ucranianos se unieron, apoyándolos, ante un desesperado aguante que duró aun cuando estos combatientes ya no tenían posibilidad alguna de vencer a sus rivales. Las mujeres y familias de algunos de estos luchadores incluso viajaron a Roma, fueron escuchadas en una audiencia pública por el papa Francisco, a quien pidieron interceder por sus seres queridos. Otros familiares también pidieron la intermediación del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. El gobierno ucraniano le rogó a organizaciones internacionales ayuda para su evacuación.
Todo esto, sin embargo, se fracturó durante la semana.
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