No se los ve. Ni muchos saben de su existencia. Pero están allí, prácticamente en todos lados. En cada rincón de los parques temáticos de Disney hay altavoces –algunos a la vista, otros ocultos en las paredes o en túneles subterráneos– que en lugar de arrojar sonidos bombean aromas.
Se los conoce como smellitizers y son parte fundamental de la experiencia inmersiva y de consumo continuo que se busca inducir en los visitantes. Desde su instalación en 1984, estos dispositivos cumplen una importante misión: despertar emociones.
“El olfato puede transportarnos a una época y un sentimiento que habíamos olvidado hace mucho”, cuenta en Jody Jean Dreyer, una de las autoridades del llamado “lugar más mágico de la Tierra”. “Tal vez sea el olor familiar y aun tentador de las palomitas de maíz o de las galletas recién horneadas de Main Street, el olor a cuero mohoso y pólvora que emana del paseo de Piratas del Caribe o el de los cítricos de los naranjos de la atracción Soarin. Estas esencias te transportan de una manera que una experiencia visual o auditiva por sí sola no podría”.