HOY EN DÍA, los pilotos de la élite están muy centrados en su especialidad, y para llegar a lo más alto antes han tenido que pasar por muchas categorías y gastar ingentes cantidades de dinero. Antiguamente era diferente, o al menos para tipos con un talento desbordante como Vic Elford. Él era salvaje, rapidísimo, y nunca tuvo miedo.
Si pensáramos que el mejor piloto es el más versátil, aquel capaz de ir rápido en cualquier coche, el británico estaría entre los más grandes. Bastaría con recordar lo que Elford consiguió en 1968: venció en el Rally de Montecarlo con un Porsche 911, nueve días después ganó en las 24 Horas de Daytona en un Porsche 907 LH junto a Jo Siffert. En mayo se coronó junto a Umberto Maglioli en la Targa Florio (que se disputaba en Sicilia por carretera abierta) con un Porsche 907 KH, y dos semanas después triunfó también en los 1.000 km de Nürburgring con Porsche 908 KH, de nuevo junto a Siffert. No es extraño por tanto que Porsche editara un cartel conmemorativo de la victoria en la Targa Florio con el rostro sonriente