Cuando Nadège Vanhée-Cybulski, directora artística de la colección femenina de Hermès, tenía 19 años –o tal vez 21, esos años, según ella, son un poco borrosos– armó un atuendo del cual se encontraba muy orgullosa: “Usaba unos Levi’s oversize gigantescos con blusas negras diminutas y ajustadas”, recuerda. “Tenía el pelo muy corto y solía usar unos zuecos blancos”.
En ese entonces, Vanhée-Cybulski era una estudiante en la Real Academia de Bellas Artes en Bélgica, la escuela de moda de Amberes reconocida por producir talentos de la talla de Martin Margiela, Ann Demeulemeester y Dries Van Noten. Ella describe su estética universitaria de ese entonces como “un poco pero con cierto misterio”. Le gustaba mucho el británico; de adolescente cuando vivía en Lille, al norte de Francia, ella y su amiga escribían para una revista de música, como una manera de entrar a ciertos de modo gratuito. Es difícil imaginar a Vanhée-Cybulski, ahora de 43 años, con el pelo así de corto como lo describe, tan distinto a su melena castaño cobrizo, con piel de porcelana y una expresión serena, que en más de una ocasión se ha comparado con un retrato del Renacimiento. Su cuando nos reunimos –un abrigo de casimir con botones de broche, un suéter negro, y un bolso Kelly 32 en color café– es tan diferente a su definición de con cierto