Normalmente se presupone que los animales que matan a otros carecen de un concepto de la muerte. Aunque en algunos casos, como el de los ciervos, haya estados mentales dirigidos al otro en la base del comportamiento (como puedan ser determinadas emociones o la intención de derrotar al rival en una pelea), no estaría presente la intención explícita de matarlo. No obstante, el concepto de la muerte debería de estar muy presente en la naturaleza. Por tanto, se abriría la posibilidad de que algunas de las muertes que observamos en la naturaleza sean el resultado de una intencionalidad. Vamos a considerar tres contextos en los que todo apunta a que en ocasiones efectivamente se da este nivel de intencionalidad: las matanzas coalicionales, los infanticidios y la depredación.
MATANZAS
Comencemos por las matanzas que ocurren como resultado de ataques coalicionales. Este es un comportamiento que se da de forma más notoria entre nuestros primos los chimpancés. En este tipo de peleas, dos o más simios, normalmente machos, se unen para atacar a otro, a menudo con intención de subir en la escala social. Aunque los ataques coalicionales no siempre culminan en la muerte del individuo que es atacado, ofrecen una evidencia muy sugerente con respecto al control sobre la violencia que puedan tener estos simios. Consideremos este caso que nos narra Frans de Waal y que ocurrió en el zoo de Arnhem, en Holanda:
«Luit fue alfa solo diez semanas. La alianza Yeroen-Nikkie volvió a la carga con una venganza sangrienta una noche durante la cual los dos aliados juntos hirieron gravemente a Luit. Además de arrancarle dedos de las manos y los pies a bocados y de provocarle profundos cortes