CAROLINE DE MAIGRET
aroline de Maigret es tan valiosa por dentro como por fuera. Antes de que una booker la interpelara durante uno de sus paseos por París, esta francesa de facciones rotundas y cuerpo desgarbado disfrutaba de su vocación por la filosofía y la literatura existencialista en La Sorbona. El cambio y corto a las pasarelas de Nueva York a mediados de los 90 fue repentino, pero necesario: sus ansias de independencia pesaban demasiado. Puente entre dos generaciones (la de las supermodelos y la del heroin chic enarbolado por Kate Moss), Maigret fue lo suficientemente lista como para sacar partido de todo lo que la moda podía darle (por ejemplo, posar para fotógrafos de la talla de Steven Meisel, Mert & Marcus o Inez & Vinoodh y ser rostro de firmas como Prada, Louis Vuitton o Lancôme) sin dejarse consumir por las despóticas exigencias de la industria. Tras diez años de fulgurante carrera, decidió que aquel campo no era suficiente para correr y fundó Bonus Track Records, sello dedicado a la prospección de músicos independientes. Hoy, con este sello y la realización de vídeos para clientes como Chanel, Vogue USA, The New York Times o la londinense Tate Modern en su haber, su pasión por la literatura y la música permanece intacta, pero también hay espacio para la filantropía y la maternidad. Tras ser una chica de 20, una mujer de 30 y un manojo de nervios a los 40, la radiante Caroline que responde a esta entrevista desde el confort de un salón atestado de libros en su apartamento de París
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