CERCEÑA – LA DEFENSA MEDITERRÁNEA DE HITLER –
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL ESTALLÓ, TRAS LA INVA-SIÓN DE POLONIA, POR PARTE DE LA ALEMANIA NAZI EL 1 DE SEPTIEMBRE DE 1939. Dos días después la Cancillería de Berlín recibía las declaraciones de guerra de Francia y Gran Bretaña. En un principio pocos podían intuir el alcance geográfico de la guerra. Parecía que los combates iban a quedar circunscritos a Europa y, en concreto, a determinados territorios. Tras Polonia, las temibles divisiones acorazadas alemanas se empezaron a trasladar al Oeste. La demoledora ofensiva alemana, a partir del 10 de mayo de 1940, iba a extender el flagelo de la guerra a los campos de Flandes, Bélgica y Francia. No obstante, la vorágine de los combates seguía concentrada en el corazón de Europa. Alemania había perdido todas sus colonias tras la rendición en la Primera Guerra Mundial y no se esperaban combates extra europeos. Fue la intervención directa de la Italia fascista, a partir del 10 de junio de 1940, la que hizo expandir el teatro de la guerra a límites insospechados.
Benito Mussolini había fraguado una alianza político-militar con la Alemania de Hitler (Pacto de Acero-Mayo de 1939), pero sus programas expansionistas eran, diametralmente, opuestos. Mussolini abrigaba el deseo de construir un nuevo Imperio romano en el Mediterráneo en pleno siglo XX. Diversas posesiones coloniales, en poder de Francia y Gran Bretaña, como Túnez, Egipto o Malta, eran demandadas por el Duce, además de algunos territorios metropolitanos franceses, como Saboya o la isla de Córcega. Sin embargo, como ya dejó sentado el canciller alemán Otto von Bismarck, en el siglo XIX, “los italianos tienen más hambre que dientes”. El ejército italiano no estaba preparado para una guerra moderna. Desorganización, material anticuado, estrategia indefinida… atenazaban a unas fuerzas armadas que pronto iban a encajar dolorosas derrotas.
Ante los éxitos alemanes del
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