Muy chic
menudo infravalorada, la segunda ciudad más grande del país galo tiene algo que París no puede ofrecer: 42 kilómetros de la Costa Azul que incluyen un puerto, varios arenales y maravillosas calas. Aquí no te va a ser difícil mantener la (barrios), es una ciudad en expansión, pero sigue manteniendo su esencia. En el corazón se encuentra el Vieux Port (puerto viejo), donde los pescadores siguen descargando sus capturas cada mañana. Ese es un lugar de visita obligada. El otro, la Basilique Notre-Dame de la Garde, que se encuentra en el punto más alto de la ciudad. Hay una caminata de kilómetro y medio, pero merece la pena. Y si el no es lo tuyo, puedes llegar con Heetch, la alternativa francesa a Uber.
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