KABUL VIVIR A PESAR DE TODO
on pasos sigilosos y escurridizos, la silueta negra de Sahar se desliza por la cortina y se dirige hacia el estudio de grabación de Awaz. Colgada en esta productora audiovisual desde la toma de Kabul por los talibanes el pasado 15 de agosto, el tejido de terciopelo parece, a primera vista, el único testigo visible del cambio de régimen: firma el "purdah", la segregación de los sexos. Una separación ahora impuesta en oficinas, hospitales o universidades privadas. En la medida de lo posible, los edificios deben tener entradas separadas. En una inspección más cercana, surgen otras rarezas. La presentadora Sahar y sus compañeras Nassira y Mursal visten la "abaya", ese ligero abrigo negro poco habitual hasta hace poco en la capital, propio de los países del Golfo. Una prenda ahora "aprobada" por los nuevos amos de Kabul, menos restrictiva que el burka impuesto por su gobierno anterior, de 1996 a 2001. Otra señal es que la primera planta de la empresa islámica y en un código de conducta tribal aún más rígido, siempre han atacado a los medios de comunicación, acusándolos de transmitir “propaganda” de Occidente. Antes de que volvieran al poder, sus ataques se dirigían regularmente a periodistas y empresas de comunicación. Sin publicidad ni apoyo de los donantes internacionales – principales contribuyentes a los medios afganos durante las últimas dos décadas–, la supervivencia de la televisión parece comprometida. Sobre todo porque el Ministerio para la Promoción de la Virtud y la Represión del Vicio se instaló a mediados de septiembre en los locales del Ministerio de la Condición de la Mujer, que fue suprimido.
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