¿DESTINO O PASIÓN?
CORRÍA EL INVIERNO de 1982 y ya notaba que todos mis sueños no cabían en mi cuarto. Desde allí no se divisaba el mar, pero sí las estrellas y cientos de fotos de rallys grapadas con desatino en aquellas cuatro paredes que daban forma a mi habitación y cuerda a mi reloj.
Ese invierno de mis 13 años no fue diferente a otros, pero sí marcó un antes y un después. En París se había presentado el año anterior el primer Renault 5 Turbo de motor central, aunque por desgracia ese tipo de noticias viajaban muy lentas por tierras de Quijotes como yo. Por entonces, la bicicleta y el caballo eran mis únicos medios de locomoción. El primero me permitía alejarme de mi base, y el segundo era mi herramienta de trabajo para administrar los toros bravos de la familia.
Un día alguien mencionó que iba a pasar un rally por mi población y que la primera prueba sería de noche. Aquella información me echó a volar tanto como a temer, pues sabía que, bajo ningún concepto, me iban a permitir asistir a tan “peligroso” evento para un niño. Pero mi vasta experiencia en rebeldía bastó para iniciar mi “asalto” a las consecuencias del
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos