CORRESPONDENCIA
CUSTODIAR
eo el artículo «Custodiar, un verbo en la frontera», del número de enero. Acabábamos de reparar una avería de la sembradora y me he quedado hasta que se terminara la faena; apenas un cuarto de hora. De un vistazo he ojeado los titulares, sobre todo porque sin gafas y en la pantalla del teléfono me costaba leer la diminuta. Me parecía, a priori, que la relación era evidente; cuidar, preservar, custodiar. Hay un fondo común que implica dar la vida, o estar dispuesto a ello, por proteger a alguien. Luego, ya en el ordenador, he leído con atención el texto íntegro. Con frases o incluso párrafos que no he sido capaz de asimilar en su integridad, me ratificaba básicamente en mi apreciación primera. Ser cuidador del bien más preciado, se asemeja bastante a custodiarlo, a costa de lo que fuere; de la vida propia. He entendido mejor el texto encuadrado que se insertaba a pie del artículo: «Un recíproco protegerse», extraído del discurso inicial del Papa Francisco. La última frase del entresacado me parece magnífica: «El custodiar pide ser vivido con ternura». No podría ser de otra manera, ¿cómo cuidar de alguien sin amarlo tiernamente?
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