La COP 26 y la cultura (Primera de dos partes)
Finalmente, el 13 de noviembre pasado terminó la vigésima sexta reunión de la Conferencia de los Estados Partes en materia de cambio climático, cuyo texto final pudo ser aprobado por la reunión plenaria. La precisión es importante: la COP (acrónimo en inglés de aquella) es el órgano rector de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) y tiene como instancias adjuntas una Secretaría Ejecutiva y el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), que es la autoridad de la ONU que provee de información científica a la comunidad internacional sobre el fenómeno de referencia.
El texto aprobado, que se sintetiza con el nombre de Glasgow, es relevante: compendia una serie de decisiones que no tienen el carácter de tratado, a diferencia del Acuerdo de París (AP), del que México es parte. No obstante, esta ristra de resoluciones es vinculante para la comunidad internacional, y por ello, conforme a la UNFCCC, debe ser adoptada por las naciones suscriptoras.
El texto también evidencia una redacción escrupulosa; no obstante ello está asperjado de pasajes ambiguos o que quedarán
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