El Chaparral, un polvorín fronterizo
TIJUANA, BC.- “Me iba bien con mis cinco negocios de comida. Hace tres años empezaron a cobrarme piso de 5 mil pesos por cada uno, apenas 10% de mis ganancias. Ese no era el problema, sino que luego me secuestraron, me encapucharon y me dijeron: ‘Ya tenemos ubicada a toda tu familia…’ Querían otras cosas”, recuerda Carlos, quien junto a los suyos salió huyendo de Michoacán y llegó en avión al campamento del Chaparral en abril pasado.
“Los maras querían que trabajara con ellos, pero como no quise quemaron mi casa. Dejamos Honduras el 15 de enero, caminamos dos semanas hasta llegar a Tecum, Guatemala. En Chiapas nos dieron visa humanitaria y de allá hasta aquí nos vinimos en camión, primero yo y luego mi mujer con nuestro bebé”, relata Manuel, quien al llegar a Tijuana vio cómo el crimen organizado ronda el campamento de migrantes donde permanece.
Al ver que dos jóvenes se acercan, corta su narración.
–¿Tienes miedo de que otros grupos los quieran usar?
–Sí, pero ya pusieron el cerco.
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