PROPAGANDA BÉLICA
Ya durante la Gran Guerra, las conocidas como Brigadas de la Lana obligaron a miles de hombres estadounidenses, desde presidiarios hasta empleados de la bolsa de valores, a tricotar por mor de la patria y para abrigo de los soldados que soportaban el duro invierno de 1917 en el frente. También la emergencia y la excepcionalidad fueron las que empujaron a las mujeres, durante la Segunda Guerra Mundial, a la incorporación a la vida asalariada, a una ansiada autonomía económica, pero obviamente sin la dispensa de la carga del hogar y la crianza de los hijos. Lo cierto es que, al terminar la contienda y regresar los hombres a sus antiguas ocupaciones, se desveló que la incorporación de la mujer al tejido productivo había sido un mero interinaje puesto que, al no responder a un anhelo de igualdad social, sino al imperativo de una necesidad ya resuelta, las aguas volvieron a su cauce, quedando muchas mujeres en desamparo, sin trabajo y sin marido.
En ambos bandos de la contienda, las contingencias de un estado de guerra general habían hecho necesaria la movilización de masas y la reestructuración de la sociedad, lo cual no hubiera sido posible sin las estrategias que se llevaron a cabo por medio de la propaganda bélica. Paul Valery, en su prefacio a las Cartas Persas de Montesquieu, afirmaba, en la línea del dictum napoleónico de que «un cura me
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos