Un testimonio gráfico
La fría mañana del jueves 8 de julio de 1976, en la redacción del semanario Sucesos para todos, fuimos presa del asombro que sacudió a todo el medio periodístico: atestiguábamos el golpe al principal matutino del país. En el restirador yacían la primera y la última página en blanco del diario Excélsior, clara evidencia de cómo se aplica el desmesurado poder.
La inteligencia y el arrojo de unos cuantos habían acorralado a un mandatario en México.
Para nuestra generación, la existencia del diario resultó extraordinaria al proporcionarnos la información de diferentes temas políticos, sociales, culturales y deportivos, que se desmenuzaban en su sección editorial por auténticos especialistas del tema. En una sentada quedaba satisfactoriamente informado.
Su interesante y veraz información me llevó
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