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Conservación que perdura

En el exterior de la clínica de Biliqo, un viento caluroso levanta el polvo.

Tira de los restos de material que quedaron atrapados entre los arbustos espinosos, arremolina las botellas de plástico vacías por el suelo y persigue la cola del hiyab índigo de Madina Kalo, quien se encuentra en la entrada de madera natural del recinto. Estamos a mediados de año, la principal época de estiaje en el norte de Kenia, y la tierra está reseca por el sol.

Kalo, vestida con una túnica blanca de enfermera y mascarilla quirúrgica, entrecierra los ojos y regresa a la frescura de la clínica. Atiende alrededor de 30 personas al día, la mayoría pastores con dolencias comunes como infecciones respiratorias, malaria y diarrea. Cuando los casos son graves, Kalo los remite al poblado de Isiolo en un viaje de cinco horas por un camino de grava.

La basura y el sopor de Biliqo no inspiran pensamientos de turismo o naturaleza, sin embargo, esta aldea es una de las 39 zonas protegidas comunitarias establecidas por Northern Rangelands Trust (NRT), organización keniana para la conservación. A cambio de la promesa de fortalecer la protección de su entorno y la vida silvestre, los habitantes de las zonas protegidas comunitarias reciben servicios básicos y beneficios que, por lo general, se pagan con la derrama económica que producen los turistas de safari.

Es un experimento de coexistencia a gran escala basado en la idea de que las personas y la fauna pueden prosperar juntas. Cientos de miles de personas, millones de cabezas de ganado y poblaciones importantes de vida silvestre viven hombro con hombro a lo largo de 44 000 kilómetros cuadrados de terreno.

Casi dos tercios de la vida silvestre de Kenia vive fuera de las reservas y parques nacionales, por lo que las zonas protegidas se han vuelto fundamentales en el ecosistema de conservación del país.

Cuando la COVID-19 cerró fronteras y detuvo a los aviones en tierra, los viajeros desaparecieron del norte de Kenia y se le negó a África la mayor parte del ingreso que el turismo de vida silvestre genera cada año (29 000 millones de dólares en 2018). En Kenia, el turismo representaba por lo menos 8% del PIB. El turismo financia gran parte de este trabajo, desde guardaparques e investigación hasta trabajos permanentes en sitios donde el empleo escasea; también ofrece una alternativa a la caza de animales y la tala de árboles

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