LA MÚSICA TIENDE PUENTES ENTRE CULTURAS Y BUENAS CAUSAS
UNA MAÑANA SOLEADA de febrero, en Ciudad del Cabo, Ross Frylinck esperaba en el umbral de la puerta de una casa sobre una ladera con vistas a la bahía False. Frylinck es cofundador de Sea Change Project, organismo ambiental que conserva los bosques de algas marinas en las costas de Sudáfrica. Esa mañana se había reunido con un grupo de colegas y músicos para dar la bienvenida a Yo-Yo Ma a Ciudad del Cabo, una de las 36 paradas del chelista en su gira por seis continentes titulada The Bach Project.
Prepararse para recibir a uno de los músicos más célebres del mundo los tenía nerviosos. “Todos estábamos intimidados”, cuenta Frylinck. Pero la tensión se disipó en cuanto llegó Ma. Su semblante era cálido y amistoso; su conducta empática, sincera y curiosa. “Su sonrisa era honesta, afectuosa”.
Dentro de la pequeña casa de madera y piedra, Frylinck y Craig Foster, el otro cofundador de Sea Change, le contaron a Ma de su campaña para proteger lo que denominan el Gran Bosque de Algas de África, una jungla gigante de kelp que Frylinck compara con la selva amazónica virgen, compuesta por densas macroalgas de dosel y cardúmenes que vuelan como aves para atravesar las corrientes. Los activistas le mostraron a Ma percusiones y otros instrumentos musicales que crearon con desechos recogidos en la playa de Ciudad del Cabo: maracas hechas
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