¡AAARRANCAN!
SON LAS 8:30 DE LA NOCHE de un sábado de agosto. Una luna gibosa alumbra el cielo por lo bajo, pero su resplandor no se compara con el letrero neón donde se anuncian CARRERAS DE GALGOS Y DERBY LANE.
Aquí, en San Petersburgo, Florida, cerca de 300 personas se reparten en las gradas que alguna vez alojaron a miles; los espectadores murmuran mientras suena big band y rockabilly en las bocinas. Cuando Frederick Davis lidera el desfile de perros, todos guardan silencio.
“TNT Sherlock”, dice el presentador, y anuncia al primero de ocho lustrosos animales mientras Davis los detiene frente a las gradas. Cada perro lleva su número en un chaleco ajustado llamado capa. “Tailspin –continúa el presentador–, Charlotte York…”.
Después, Davis, de 41 años, y los ocho entrenadores a quienes supervisa, llevan a los canes a la salida. Una liebre mecánica llamada Hare-son Hare pasa a toda velocidad, chillando y sacando chispas azules. Se abren las puertas y los perros salen disparados en una mancha borrosa. Sus patas lanzan arena los 30 segundos que galopan por el óvalo mientras alcanzan velocidades de hasta 72 kilómetros por hora.
Derby Lane abrió sus puertas en 1925 y alguna vez se le conoció como el Churchill Downs de las carreras de galgos. En los eventos de 2019 aún se respiraba un aire del glamur y la emoción de los días de gloria de la pista durante el siglo
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