La vacía realidad del “show”
Los medios electrónicos, cuya presencia se ha potenciado con la pandemia y el confinamiento, ocupan casi todo el espacio público. En ellos, la realidad pasa de manera tan vertiginosa que, al mismo tiempo que borran las fronteras entre la verdad y la mentira, entre lo importante y lo banal, sustituyen la realidad por el show. Quien entonces determina lo real no es sólo quien monta el mejor show, sino quien lo hace permanecer más tiempo en medio de la velocidad de los flujos informativos, creando una ilusión.
El modelo más acabado de la es la mañanera. En ella el presidente, día tras día, convence a un gran número de personas de que su fantasía –una especie de austera Disneylandia– es la realidad. Lo real se disuelve así en el éxtasis de un sueño, de una simulación que lo sustituye. Aunque los hechos lo contradigan, aunque él mismo se contradiga, la persistencia de su espectáculo es tal que, como un buen vendedor de detergentes en la pantalla televisiva, el sueño que vende se vuelve real en la imaginación de un gran número de espectadores.
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos