Lo que el yoga me ha enseñado
Fue el verano de 2018. Me fui de viaje con unas amigas, pero no nos pusimos de acuerdo a la hora de escoger destino y terminamos en Nepal, que no nos convencía del todo a ninguna porque agosto es plena temporada de monzón. Fue un destino de consenso y lo que ocurre con las cosas de consenso es que luego no hay quien las defienda. Como nos ocurrió: llovió trece de los trece días que estuvimos ahí, y no hubo nadie a quien echarle la culpa. «Las vistas, aunque llueva, serán las mismas», pensamos. Y fantaseamos con llegar a Pokhara, la entrada nos lo desaconsejaron debido a la cantidad de sanguijuelas que habían traído las lluvias ese año. En la lluvia se crece, dicen, pero eso es algo de lo que no me acordé en Pokhara. Y todo esto lo cuento porque si no hubiera sido así, jamás hubiera conocido a Jim.
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