EL MISTERIOSO APOCALIPSIS DE LAS ABEJAS
Enero de 2017. En el laboratorio de Nancy Moran, en la Universidad de Texas en Austin (EE. UU.), las abejas obreras duermen plácidamente en una placa de Petri con hielo debajo, mientras Kasie Raymann, una de las biólogas del equipo, se dedica a marcar sus lomos con un rotulador rosa. Tras una siesta de diez minutos, las abejas se desperezan. Poco después, son trasladadas a las colmenas que han sido instaladas en la azotea del edificio del laboratorio. El equipo de Moran las ha marcado y tratado con un antibiótico que los cultivadores de las abejas de la miel o melíferas (Apis mellifera) usan para proteger a estos insectos de un asesino microscópico, una espora producida por una bacteria, la Paenibacillus larvae, que se ha especializado en matar exclusivamente a las larvas de las abejas.
La espora se pega al cuerpo de las obreras adultas, y las usa como mensajeras para extender la muerte a otras colmenas sanas. No hay cura, y, para contener las infecciones, a los apicultores no les queda otra que rociar a las abejas infectadas con el antibiótico. Pero el equipo de Moran descubrirá, en las semanas siguientes, que las abejas tratadas morirán antes que sus compañeras. El antibiótico es útil, pero acorta sus vidas.
son una pequeña parte de un problema mucho más grande y preocupante. Desde hace más de una década, la entomóloga Moran y su equipo intentan resolver el misterio de por qué las abejas están desapareciendo de nuestro planeta. Otoño de 2006 marcó el comienzo del desastre: un apicultor estadounidense llamado David Hackenberg descubrió que más de la mitad de
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos