SALVAR AL PLANETA, UN ERUCTO A LA VEZ
¿Ya la ordeñaron? Parece una pregunta fuera de lugar en un laboratorio, pero para Octavio Castelán y su equipo es el pan de cada día. Vestido con su impecable bata blanca, a principios de 2019 miraba a uno de sus ayudantes dirigir a una dócil vaca marrón hasta una especie de refrigerador con ventanas. Calmosa, la clarabella de 300 kilos, avanzó hacia la parte frontal de la cámara de respiración. Ahí le aguardaban agua fresca y un pienso desarrollado por Castelán cuya función es reducir los eructos de estos animales. Leyó bien, sus eructos. Hay una excelente razón detrás de ello: durante su digestión, las vacas producen metano (CH4), que es liberado a la atmósfera a través de sus eructos y flatulencias. El asunto resulta a primera vista cómico, pero es bastante serio: el metano es un importante gas de efecto invernadero y es 28 veces más poderoso que el dióxido de carbono (CO2) en su capacidad para atrapar el calor en la atmósfera y calentar al planeta. Si de verdad queremos detener los efectos del cambio climático y cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, los gases intestinales del ganado son algo de qué preocuparse.
Por eso, en todo el mundo los científicos buscan cómo mitigar las emisiones que las vacas liberan cada vez que eructan porque, contrario a lo pensado, 95% del
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