LAS QUE AMABAN A HITLER
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, se fue extendiendo el mito de que las mujeres alemanas habían sido una víctima más del nazismo. Madres, viudas y huérfanas habían sufrido las consecuencias de una guerra a la que les habían conducido sus hijos, maridos y padres. Salvo excepciones, como las esposas de los jerarcas nazis, las guardianas de los campos de concentración o alguna que otra fanática, las alemanas normales y corrientes fueron mujeres apolíticas que se vieron arrastradas por la locura genocida de Hitler. Unas mujeres que, a pesar de haber perdido a sus familiares, sus casas, e incluso haber sufrido la violencia de los soldados enemigos, fueron capaces de sobreponerse y reconstruir el país con sus propias manos. Las llamaron “mujeres de los escombros” (Trümmerfrauen), heroínas de la posguerra que fueron inmortalizadas en numerosas estatuas por toda Alemania
En la actualidad, ese mito tiene más grietas que un edificio berlinés en 1945. Las últimas investigaciones no solo cuestionan el papel de víctimas o simples espectadoras inocentes de una gran parte de las mujeres alemanas con respecto al nazismo, sino también la propia labor de las Trümmerfrauen. Como explica la historiadora Leonie Treber en Mythos Trümmerfrauen (2014), ni su actividad fue tan numerosa y relevante (la mayor parte del trabajo de desescombro lo realizaron empresas especializadas), ni tan desinteresada (la mayoría de las mujeres lo hicieron a cambio de cupones de alimentos).
La primera nazi
De hecho, cabría
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