Los inventores de la niñez
Los humanos actuales, Homo sapiens, representamos a una de las tres especies de homínidos que han sobrevivido a un largo periodo de siete millones de años. Las otras dos son Pan paniscus y Pan troglodytes, e incluyen a todos los chimpancés que habitan en las regiones boscosas del oeste de África. Con ellos compartimos un ancestro común, que divergió y se diversificó en dos genealogías diferenciadas.
De entrada es fácil reconocer que nuestra postura y forma de caminar son diferentes a las de los chimpancés. Con más detalle también notamos que las proporciones de los miembros anteriores (superiores) y posteriores (inferiores) son distintas. Nuestro cráneo y el cerebro que alberga es tres veces mayor que el de los Pan y nuestras manos tienen un dedo pulgar más desarrollado, oponible al dedo índice. La pinza de precisión que forman estos dos dedos es muy diferente a la de los chimpancés y otros primates, que les permite agarrarse con mucha fuerza a las ramas de los árboles. Gracias a la herramienta anatómica que forman los dedos índice y pulgar y a las órdenes que recibe la mano del cerebro hemos desarrollado una cultura sumamente compleja. Los chimpancés también disponen de formas muy elementales de cultura, pero nada que ver siquiera con la más simple de las poblaciones de nuestra especie. Y nuestra comunicación es muy diferente a la de los chimpancés porque disponemos de un lenguaje articulado de sonidos estructurados en sílabas, palabras y oraciones.
Me pareces conocido
No obstante, algunas características que nos distinguen de chimpancés y otros simios antropoideos no son tan evidentes y precisan de un análisis detallado. En este texto veremos la gran importancia que han tenido estos cambios evolutivos durante y . Ciertamente, los miembros de los géneros s y , así como los de las especies más antiguas de , eran bípedos, caminaban erguidos y su rostro estaba menos desarrollado que el de los chimpancés. Las especies africanas y llegaron a fabricar utensilios de piedra poco sofisticados gracias a que sus manos (liberadas de la locomoción) ya habían desarrollado la pinza de precisión. Y el encéfalo de estas especies llegó a ser hasta 50 % más voluminoso que el de los australopitecos, pero faltaba un salto clave en nuestro largo camino evolutivo.
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