HERMANOS EL RECELO SIN FIN
PROFESOR DE HISTORIA EUROPEA EN LA OHIO STATE UNIVERSITY
El 24 de febrero de 1547, Bárbara Blomberg, una sirvienta adolescente de exactamente la misma edad que Felipe, dio a luz a un hijo en Ratisbona (Alemania). El padre, el emperador Carlos V, ya la había abandonado, y al poco tiempo separó al niño de su madre, enviándolo primero a Bruselas y, más adelante, a España. Bárbara no volvería a ver a su hijo en los siguientes treinta años. La identidad del niño permaneció como un secreto bien guardado. En 1554, en Bruselas, Carlos firmó su testamento ante siete testigos (entre ellos, el príncipe Guillermo de Orange). Una de las cláusulas concernía a su hija ilegítima, Margarita de Austria, duquesa de Parma, nacida en 1523 y fruto de una relación con otra sirvienta adolescente. Pero el testamento no mencionaba al niño. Ahora bien, una vez que los testigos se hubieron ido, Carlos firmó “de su mano y nombre, como rey”, un codicilo secreto, que comenzaba de este modo: “Demás de lo contenido en este mi testamento, digo y declaro que por quanto estando yo en Alemaña después que embiudé, huve un hijo natural de una mujer soltera, el qual se llama Gerónimo…”.
El emperador colocó entonces el codicilo en un sobre sellado con la inscripción “No ha de abrir esta mi cédula otro que el príncipe, mi hijo, y en defeto del, mi nieto don Carlos”. Aun así, el documento no revelaba el lugar en que se encontraba su “hijo natural”, sino que daba los nombres de dos de los sirvientes personales del emperador que conocían el secreto. Cuando Carlos dejó los Países Bajos para ir a España, en 1556, entregó
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