La voz del emperador
l primer discurso radiofónico de un emperador japonés, Hirohito, el 124.° de la historia del Imperio del Sol Naciente, resultó un para sus súbditos, no sólo por el fondo de su mensaje –en el que anunciaba la rendición ante los Aliados– sino por la forma. Y es que los ciudadanos de la nación insular asiática nunca habían oído la voz de su gobernante supremo, que era una figura de dimensiones prácticamente divinas, situada a lo largo de siglos de un estricto protocolo en una posición de veneración. En su mensaje del 15 de agosto de 1945, Hirohito, después de señalar que la posición del país tras cuatro años de guerra “no ha evolucionado necesariamente en beneficio de Japón y la situación internacional tampoco ha sido ventajosa”, se detenía a hablar de “una nueva y cruel bomba […] cuya capacidad de perjuicio es realmente incalculable”. Terminaba advirtiendo a sus súbditos que “si continuamos en esta situación, la guerra al final no sólo supondrá la aniquilación de la nación japonesa, sino también la destrucción total de la propia civilización humana”. Sus cuatro minutos y medio de inédita intervención fueron atendidos como una orden.
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