¿ES REAL LO QUE VEMOS?
Contratar un seguro de vida es apostar por una realidad objetiva, creer que algo existe incluso si yo dejo de hacerlo. A la mayoría de nosotros esa apuesta nos parece bastante segura. Y es por ello por lo que los seguros de vida suponen un negocio lucrativo.
Mientras seguimos vivos y pagando primas, nuestras experiencias conscientes constituyen un tipo diferente de realidad, una realidad subjetiva. Mi experiencia de una fuerte migraña es real para mí, pero no existiría si yo no existiese. Mi experiencia visual de una cereza roja se transforma en una experiencia gris cuando cierro los ojos. A la realidad objetiva, supongo, no le pasa lo mismo, no se ha convertido en gris.
¿Cuál es la relación entre el mundo de ahí fuera y mi experiencia interna del mismo, entre la realidad objetiva y la subjetiva? Si estoy sobrio –y no sospecho que me estén gastando una broma–, cuando veo una cereza me inclino a creer que hay una cereza real cuya forma y color coinciden con mi experiencia, y que sigue existiendo cuando miro hacia otro lado.
Esta suposición es fundamental para la forma en que pensamos sobre nosotros mismos y el mundo. Pero ¿es válida? Los experimentos que mis colaboradores y yo hemos realizado para probar la forma de percepción sensorial que la evolución nos ha dado sugieren una conclusión sorprendente: no lo es. Eso conduce a una conclusión que suena a locura, y es que todos podemos estar atrapados por un engaño colectivo sobre la naturaleza del mundo material. Si eso es correcto,
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